DESTIERRO Y EXILIO INTERIOR
Siglos atrás, no había castigo más humillante para una persona, que no permitirle permanecer en la tierra donde había nacido.La Inquisición sabía que tanto los dolores provocados por los azotes u otros métodos de tortura física, no eran nada comparados con el dolor moral que provocaba el destierro.La obligación del destierro podía ser por cortos plazos o para toda la vida, de acuerdo a la jerarquía social del acusado y la gravedad de su delito.Lope de Vega fue desterrado de Madrid simplemente por haberle escrito un poema injurioso a una mujer que lo desdeñó.Mucho antes, en el siglo XI, cegado por la envidia, el Rey Alfonso VI desterró de Castilla al Cid Campeador por seis largos y dolorosos años.En el siglo XVI, la condena a destierro perpetuo era una de las penas más graves que se podía infligir a una persona, luego de la pena de muerte y la de servir en la armada obligatoriamente (pena de galeras).Cuando la “Santa Inquisición” consideraba que si la pena de muerte no estaba indicada, implementaba con sus acusados otra forma de la muerte: el infamante castigo del destierro perpetuo.Los principales recipiendarios de la pena del destierro eran las minorías, los moriscos, los pobres, y fundamentalmente, los extranjeros.En las últimas cinco décadas, el destierro ha sido moneda corriente en Paraguay, pero no el de los extranjeros, como ocurría en la vieja Europa, sino el de los propios paraguayos.No está la Inquisición con sus brutales procedimientos, pero sí se han dado sucesiones de gobiernos (ineptos o dictatoriales o corruptos o populistas o de centroizquierda o neoliberales o lisa y llanamente mediocres, ere erea), que han condenado a centenares de miles de paraguayos al destierro transitorio o definitivo: destierro por razones ideológicas y para preservar la vida, destierro por falta de posibilidades de desarrollarse en su profesión, destierro autoelegido para encontrar la seguridad y el desarrollo sustentable que en su país no se encuentra, destierro al fin.
La diáspora de científicos, profesores calificados, intelectuales e investigadores paraguayos hacia el extranjero se inició a mediados del siglo pasado, cuando las huestes de militares arremetieron contra las instituciones nacionales, interviniéndolas con la prepotencia de las armas, y justificando a partir de entonces el surgimiento de la violencia de signo opuesto. El terrorismo de estado justificaría su existencia con la aparición del terrorismo subversivo. Y viceversa.Esos profesionales de la educación, la ciencia y la técnica que necesitaban y hacían brillar a nuestro pais, iniciaron un destierro involuntario, y necesitados de continuar sus actividades profesionales, se convirtieron en muchísimos casos y a través de los años, en piezas claves para el desarrollo y progreso económico de los países que oficiaron de anfitriones. No hace falta citar a tantos artistas, escritores e intelectuales que han muerto fuera de nuestro país.Lo que se consiguió fue la continua desjerarquización de la educación paraguaya. Nuestro país, ejemplo cultural y educativo en el mundo de habla hispana en décadas pasadas, fue cayendo sin pausa de su prestigioso sitial hasta llegar a una degradación académica y cultural que se evidencia actualmente en el soez lenguaje de la calle, en buena parte de los programas de TV, en el analfabetismo funcional de los docentes, y en las serias deficiencias en la formación de alumnos primarios, secundarios e ingresantes a las universidad, ya sean publicas o privadas.
La incipiente democracia de los ochenta poco y nada hizo por revertir esta situación, envuelta en nubes de soberbia y carente de toda autocrítica. Quienes dijeron oponerse a las prácticas populistas y prebendarias, enarbolando el discurso de la ética, terminaron siendo igual o peor que sus adversarios políticos.
La salida anticipada del recitador del preámbulo se acompañó de nuevos destierros que se incrementaron a fines de la década del noventa conforme aumentaba la inseguridad y se hacía imposible planificar un futuro sustentable. Las interminables colas en consulados y embajadas extranjeras preanunciaban cuál era lamentablemente la única salida de Paraguay para miles y miles de compatriotas: El Aeropuerto "Silvio Pettirossi".Y allí están, desperdigados en el mundo, en España y EEUU, en Italia y Canadá, Australia y Japòn en decenas de países de todo el orbe, apenas unidos con sus familiares a través del Messenger y la webcam, de largas llamadas telefónicas, o por blogs que rezuman nostalgia y bronca contenida por pertenecer a un país que expulsa de mil maneras a sus hijos, en vez de ser una tierra promisoria y de bienestar general, como la soñaron los hombres que empezaron a darle forma en los albores de la independencia nacional. Algunos emprendieron el camino, dejando su pueblito con incertidumbre y dolor, con angustias y miedos contenidos, para iniciar un destierro definitivo en la promisoria tierra europea. Otros eligieron el gran país del norte, seducidos por un standard de vida imposible de lograr en los países al sur del primer mundo, y por una tranquilidad que tampoco existe sino mas bien en la mente y en el deseo de un mejor porvenir.Con una lógica tan cruda como sarcástica, un extranjero que ha echado raices en nuestro pais, amigo mio, cuyo nombre no viene al caso dijo no hace mucho tiempo que “la prueba de que Paraguay es el país más rico del mundo está en que décadas y décadas de gobiernos y empresarios corruptos aún no lo han podido destruir”. Bueno, al fin y al cabo, nosotros mismos lo decimos, pero con una resignaciòn enfermiza y entreguista.
¿Cuál sería la realidad de Paraguay si no hubiera existido ni la noche del "Marzo Paraguayo", ni de los que "salieron de sus cuarteles", ni los delirios megalomaníacos de quienes se autoproclamaron “salvadores de la patria” y “reserva moral de la Nación”, si la democracia hubiera dado cuenta del terrible, trágico y mediocre gobierno de la dictadura, si tantos científicos y técnicos paraguayos que contribuyeron al desarrollo y prestigio de universidades extranjeras, de laboratorios, de centros de investigación, de la NASA y de tantas organizaciones del primer mundo, no hubieran tenido que irse de Paraguay pudiendo aplicar sus conocimientos para el bien y progreso de nuestro país?¿Qué hubiera pasado si tantos miles de corruptos de la esfera oficial y privada hubieran dejado de robar, pero no por dos años -como sugería cierto político oportunista en época electoral- sino para siempre, imposibilitados por el riguroso control de una ciudadanía participativa, culta, activa defensora de sus derechos, y árbitro implacable del accionar de sus empleados los políticos?Por lo pronto, no hubiera existido esta vocación inevitable por el destierro, el exilio y el exilio interior, esta diáspora interminable, este desarraigo constante, esta permanente postergación del promisorio país de grandeza cuya concreción cada vez se diluye más en el tiempo, este desmembramiento de familias, este sufrimiento de los que se van y de los que se quedan, por esa carencia de afectos que nunca podrán prodigarse unos a otros, porque convengamos que nunca la virtualidad de la tecnología podrá tener la calidez de un tierno beso o una caricia.Más allá de sus distintas motivaciones, producido a pesar de uno o por propia decisión, el destierro siempre tendrá el mismo significado en el corazón del que se fue, y en el corazón de quien espera al desterrado: la imposibilidad transitoria o definitiva de construir y compartir juntos una historia en común.Tanto desterrados como quienes viven un exilio interior en nuestra propia patria porque nos sentimos extraños por vivir o sobrevivir en una tierra que no es la que debería ser, agradezcamos que nos pase lo que nos pasa a los políticos que supimos conseguir, a los empresarios sin conciencia social, al sentido cívico que no supimos construir, y a la falta de espíritu solidario y participativo que no supimos desarrollar, envueltos en el enfermizo individualismo del “sálvese quien pueda”, y desconociendo lo más elemental: que una Nación no se construye desde el “yo” sino desde el “nosotros”.
Ahora que soplan vientos de cambio esperemos que ojala exista realmente una conciencia sobre la situación de la emigración y no sea simplemente una forma de seguir engañando al pueblo de la misma forma de siempre.
Particularmente coincido en que este nuevo gobierno paraguayo debe tomar esta situación en forma mas responsable y preocuparse por el tema de la emigración. Es como un boomerang que estoy seguro volverá a manos de nuestros gobernantes pero como una bola de fuego.
Espero tu opinión. Es muy importante que mantengamos una conciencia colectiva sobre la situación de nuestro pueblo.
Un saludo y hasta pronto.
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miércoles, 18 de junio de 2008
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